miércoles, 20 de marzo de 2013

El idioma universal se habla con los pies




Según la Real Academia Española, el fútbol es un “Juego entre dos equipos de once jugadores cada uno, cuya finalidad es hacer entrar un balón por una portería conforme a reglas determinadas, de las que la más característica es que no puede ser tocado con las manos ni con los brazos”.

El fútbol es por lejos el deporte más popular del planeta. No hay país en el que no se practique. Es un juego que une a la sociedad. En cada país existen innumerables fanáticos de distintos equipos, y ni hablar cuando el protagonista del juego es un seleccionado nacional. No importa la clase social ni la religión, el mundo entero se ve cautivado diariamente por el deporte rey.

Ni siquiera los británicos, creadores de este juego allá por el siglo XII, se hubieran imaginado semejante fervor. Con el pasar de los años, se crearon las primeras reglas para que el juego fuera estandarizado en todas partes. Junto con ello, surgieron los primeros clubes de fútbol y tiempo después llegó el momento de la profesionalización y los organismos reguladores.

A lo largo de la historia, el fútbol ha dejado de ser un espectáculo y se ha convertido en el negocio más grande del mundo. Por suerte de vez en cuando aparece algún descarado que hace renacer aquel espíritu de gambeta y alegría.
Los jugadores más destacados siempre fueron idolatrados en sus respectivos países. Sucedió con Maradona y Pelé, algo similar a lo que hoy vive el mundo entero con las hazañas de Lionel Messi cada fin de semana.

En Argentina, el fútbol es en el ADN cultural de sus habitantes, un elemento tan trascendental como el tango. Arturo López Peña, autor de Teoría del argentino, expresa: "La gambeta es una institución porteña, la versión deportiva del tango, que consiste en una filigrana hecha con las piernas mediante la cual un jugador determinado, prescindiendo de sus compañeros de equipo, se solaza en desconcertar a su enemigo ocasional. Va y viene sobre un metro cuadrado como un bailarín de tango. Sobra a su rival".

El fútbol es capaz de hacer que cancelemos compromisos, nos quedemos sin voz, cambiemos nuestro humor, nos abracemos con desconocidos, gritemos de alegría o lloremos de tristeza. Es un juego que moviliza pueblos enteros y vuelve inmortales a sus protagonistas. Un fenómeno de inclusión social capaz de hacer que el mundo se detenga durante noventa minutos.

Aquellas explosiones de adrenalina y pasión que nacen de las entrañas en cada gol, hacen que diariamente más creyentes se sigan sumando a esta religión. Fútbol, football, balompié, futebol, fussball, soccer, fuchibol… Hoy en día no importa la jerga que se utilice, está más que claro que estamos haciendo referencia al idioma universal.

martes, 19 de marzo de 2013

El día en que la Catedral metropolitana se disfrazó de Obelisco




            Nuestro país está en boca de todos, pero esta vez no es por medidas políticas o logros deportivos. El día de ayer y ante el asombro del mundo entero, el argentino Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el primer Papa latinoamericano.

La Catedral Metropolitana de Buenos Aires debe ser por estos días el punto turístico más concurrido del país. Una gran cantidad de periodistas y camarógrafos se desesperan por un testimonio en el lugar donde Bergoglio solía oficiar sus misas. Una infinidad de creyentes provenientes de todas partes del mundo desfilan por las escalinatas que innumerables veces caminó el ahora sumo pontífice. En la puerta principal, un cartel con la foto del Papa Francisco exclama: “¡Habemus Papam!”.

Es como si al entrar en la Catedral, uno estuviera en otra dimensión. El caos del centro porteño parece haber quedado muy lejos. Los turistas miran hacia todos lados como queriendo guardar esas imágenes en su mente, otros retratan la construcción con sus cámaras fotográficas. En medio de flashes y oraciones, un hombre llena las pilas bautismales con agua bendita que guarda dentro de una botella de plástico.

Walter tiene 30 años y hace tres que se desempeña como sacristán de la Catedral  Metropolitana. Es una persona introvertida pero amable, que aún no puede creer que el hombre al cual vistió y asistió durante tanto tiempo sea ahora la máxima autoridad del Vaticano. Habla de manera pausada y sus ojos se llenan de lágrimas cuando recuerda el momento de la noticia. “Estaba entre las posibilidades, pero creo que hasta él se sorprendió por la elección. Ver las repercusiones a nivel internacional fue algo demasiado grande”, expresó emocionado el sacristán.

En el ambiente se siente una energía especial. Cuando se le pregunta a las personas allí presentes sobre alguna característica del ex Cardenal, la gran mayoría recalca “su humildad y su amabilidad con todo el mundo”. Dicen que no es casualidad que Bergoglio haya elegido “Francisco” como el nombre que lo identificará durante su pontificado. Se trata de un homenaje a San Francisco de Asís, un hombre que sirvió a los pobres y llevó una vida austera.

Cuentan los entendidos que la primer aparición del Papa Francisco bastó para intuir que la simplicidad y la unión serán de gran preponderancia en esta nueva etapa que emprende el catolicismo. “Acá en Buenos Aires caminaba por la calle y viajaba en subte. Ayer hizo su presentación vestido de blanco, su discurso fue muy cálido y optó por usar una cruz suya en lugar de ponerse la de oro”, recalcó Walter entre la multitud. Y agregó: “Implica un gran cambio para América Latina y para todo el mundo. Trae un mensaje de esperanza y unión entre las naciones. El hecho de que sea latinoamericano y jesuita sin duda ayudará a que muchos argentinos puedan renovar su fe y acercarse nuevamente a la Iglesia”.

“La gente está muy contenta y se acercó en masa. Fue como cuando Argentina salió campeón del mundo y todos se concentraban en el Obelisco. Ayer se juntaron todos acá y no paraban de cantar y festejar”, concluyó con alegría el sacristán. Hoy el mundo nos observa porque, para asombro de propios y extraños, el Papa es argentino.